El otro día me acerqué hasta Barayo, ese mágico rincón de la costa occidental, Reserva Natural.
Desde el acantilado, tuve la suerte de gozar de la espléndida imagen de las aguas de la recoleta ría fundiéndose en la mar. Tan sólo el viento perturbaba esa maravilla (qué pena que el sol se mantuviera escondido).
Quise adivinar el grácil movimiento de una nutria que huía hacia su escondite en la ribera...
Momentos como éste hacen sentirse más unido a estas tierras, a este mágico entorno que tantas veces recorrí con la mirada.
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